José María Rodríguez Montero dijo...
A mi querido
Javier Zuloaga, con quien tuve el gusto de trabajar en
El Día de Baleares en esos días en que el futuro era sólo una palabra lejana, no le falta razón ni le sobra tino al postular el humor como nuestro posible séptimo sentido. Los embestidas del destino, que no siempre se ven venir, lo tiñen sin embargo muy a menudo, y a costa de nuestro pesar, con esas sombras que la tristeza deja a su paso en el camino de la vida. Uno tiene entonces que refugiarse en el burladero del recuerdo para no perecer en ellas, y no sucumbir así bajo los cuernos de una realidad en la que las anécdotas del ingenio ya no encuentran plaza.Tampoco yerra al enmarcarnos, a los de nuestra quinta, como una generación maldita. Despropósito sería desmarcarnos de ella alegando un presunto victimismo, que sí bien es cierto que el paisaje se abre más de cogote para atrás, no menos lo es el hecho de que en el trayecto que columbramos las luces nos iluminan de una forma muy distinta que a los menos trascendentales. Y es que el sentido del humor es a día de hoy algo viscoso, nada merecedor de loa. Resbala entre el coladero de muchas mentes que nos rodean, yéndose a estrellar sobre el asfalto de lo burdo, moneda habitual ya con la que se paga cualquier atisbo de ingenio.Sí, Javier, en esos días que parecía que duraban más, se han quedado todas las esperanzas y casi todas las risas que nacían del corazón. Ahora sólo recibimos en el eclipse de este presente, y muy de vez en cuando, los ecos de sus pasos y toda la nostalgia del mundo en que estallaban esas carcajadas, como si fueran las burbujas de una copa vacía.
Felicidades por el escrito. Siempre tuyo:José María.
10 de abril de 2008 23:39