martes, 14 de abril de 2009

DE MAFIAS Y VERDADES

Si hay algo que se parezca más a la estructura de una mafia, sin ser del todo ilegal aunque se descubra de vez en cuando algún que otro 'tejemaneje', es la política. Aquellos que no hablan de oídas, sino que han estado en contacto con los entresijos de las cúpulas de los partidos -o que son lo suficientemente inteligentes para verlo- saben que tal afirmación es totalmente cierta, y que sus miembros difieren muy poco en sus formas de actuar con la de los clanes citados. Detallar sus movimientos y semejanzas se me antoja baladí, y aunque la gran mayoría de los ciudadanos reafirma lo expuesto, lo cierto es que en el fondo estos últimos creen que se equivocan, y que a los políticos, al final, lo único que les mueve es el altruismo. Ingenuos ellos en su desesperado intento por no ver lo evidente. Diré más. Los partidos son todavía más peligrosos que 'los otros', toda vez que sus equivocaciones no las pagan unos pocos en forma de tiro en la cabeza, sino la gran mayoría a modo de privaciones y sufrimientos, una lenta agonía ante la que muchos hacen la vista gorda. Nada saben de lealtades, y sí de intereses propios. Así son los políticos de ahora. Los que están en el centro del meollo se apoyan los unos en los otros para no ser tragados por los remolinos que generan sus propias mentiras. Las lealtades interesadas son sus salvavidas, y al que se sale de guión o ya no interesa, lo matan simplemente con el olvido. Ese olvido hacia quienes les depositaron su voto, lo reparten también desde el poder a todo ese mal llamado pueblo, que nada puede hacer sino autoengañarse una y otra vez, en un afán suicida por taparle los ojos a esa certeza que les asalta cada día cuando saben de sus andanzas, y ven como todas las promesas caen en el profundo pozo de la desesperanza, desde donde los elegidos, eso sí, beben ávidamente sin saciarse nunca.
La política lo domina todo. Es el poder absoluto. Sólo están supeditados por la gran banca, aunque ésta no podría a su vez resoplar de satisfacción sin hacerlo al alimón con los anteriores. Para poder saber lo que es el poder, en todas sus manifestaciones, poder participar de él aunque sea de refilón, -si logras alguna vez entrar en su círculo- tienes que tener un padrino político. Si no, no hay manera. Pertenecerás siempre al bando de los perdedores, y nunca sabrás lo que es la dolce vita. A menos que seas funcionario, claro.

martes, 7 de abril de 2009

LA PROCESIÓN DE LOS ENCAPUCHADOS


Huidos todos de mis pensamientos, y al revés, crucificado me veo en el olvido más desolador. El silencio, el suyo también, me ha clavado en la más pesada de las cruces, y los pasos de Semana Santa certificarán en breve mi calvario. Las peladillas que antaño se antojaban regalos ansiados serán ahora como piedras, las mismas que marcan a la fuerza el compás de este corazón que ya no quiere latir más, y el redoble del tambor anunciará mi muerte prematura.
En los lugares de trabajo donde debería estar por derecho hay ahora fantasmas que supusieron susurrar no a destiempo sus prometidas prebendas, y en los bancos ninguna nómina lleva mi nombre. Se han cerrado las cortinas en el teatro de la vida. Sólo quedan los rescoldos de algunos aplausos, que no son ya ni el recuerdo del clamor de un sonido antiguo de loa, y el parpadeo fugaz de una llama que sólo alumbra a quienes quiero y sufren por mí.
El reloj de arena no quiere dar otra vez la vuelta. Los compases de espera se han hecho demasiado largos, y los grumos no dejan caer ya apenas un sólo grano en el interior de ese tubo de vidrio que imagino es mi agonía.
Y como paradoja esto no lo lee nadie, aunque bien pensado es el mejor reflejo de todo lo expuesto, como si fuera un espejo en el que sólo cabe la mirada de él mismo, repetido hasta la infinitud en un largo pasillo sin principio ni final.
El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder entusiasmo.

lunes, 6 de abril de 2009

NO QUIERO FORMAR PARTE DE VUESTRA VIDA


Vivir a salvo de los demás, protegido, sólo se puede conseguir con dinero, sin tener que trabajar. La necesidad de pertenecer a un colectivo laboral te convierte en un esclavo a la intemperie, expuesto, que será azotado por todas las miserias. La condición humana será un látigo implacable, y te levantará todas las llagas que dejan al descubierto todos los surcos que conducen al miedo, a la incertidumbre, al asco existencial; te mostrarán, al final, de qué tipo de materia está hecha realmente la carne. El dinero te hace libre, es el mejor escudo. Nadie te puede tocar. Desde la independencia económica todo queda un poco más lejos, lo suficiente para seguir adelante e involucrarte en la locura general sólo lo justo, desde una perspectiva segura. Los que lo sabemos, y no lo tenemos, -aunque un día lo tuvimos- sentimos pánico ante la perspectiva de tener que entrar a formar parte, de un momento a otro, de toda esa jauría que se desgañita ahí fuera por encontrar un hueco, y rezamos a nuestro Dios para que eso suceda lo más tarde posible, o nunca. No creo en la bondad. Comprendo además que nuestra subjetividad teje una realidad inexistente, y que la verdad radica así sólo en lo que creemos y en lo que no somos. Nos enredamos en una telaraña sin sentido, donde nos atrapa la irrealidad de un sueño genético. Los humanos somos malos por naturaleza. El sentimiento que aflora tras contemplar una obra de arte, o la empatía por el sufrimiento de un niño, o esa piedad que nos inunda tras ver a un anciano desvalido, no son más que productos de nuestro propio miedo, disfrazado. Las relaciones sociales se alimentan de esta manera. Pánico a ser rechazados, temor a quedarnos solos, angustia ante la perspectiva de sufrir sin que nadie nos ayude y nos entienda. Aprensión a todas las clases de muerte, en definitiva. El mecanismo de defensa enmascara así el aislamiento al que todos estamos abocados. Así que, cuando no te queda más remedio que unirte a ellos, sólo puedes fingir que sonríes. Y es que, como dijo Nietzsche, la potencia intelectual de un hombre se mide sólo por la dosis de humor que es capaz de utilizar.