Baleares sufre una convulsión social sin parangón. El ciudadano,
convertido en mero comparsa de los políticos, asiste entre atónito y
furibundo a una gestión que avanza a trompicones hacia el abismo del
desastre. Se tambalean a su paso todas las convicciones y las confianzas
depositadas, dibujándose sobre sus huellas las fisuras de unos
cimientos humanistas sobre los que se construyeron todos y cada uno de
los principios fundamentales.
El modelo político y económico hace aguas también en esta
comunidad. Bracean así por salir a flote los náufragos de la lengua
catalana, los desheredados de la construcción, los inmigrantes que
lideraron en su día el ranking nacional de afiliados a la Seguridad
Social, los empresarios que con el salvavidas de la subvención pública
chapoteaban entre los medios de comunicación, salpicando como niños
consentidos a todo aquel que osara replicar… El eco de esos tiempos se
torna ahora en un grito de socorro al que todos hacen caso omiso,
ocupados como están en nadar hacia la orilla donde rompen todas las
súplicas. Sólo se columbran las sombras que emanan de conductas arteras y sibilinas.
El hartazgo de la corrupción ha dejado paso a una difícil digestión. El
PP balear se ha atracado demasiado pronto de poder. Las decisiones de
partido no encuentran en muchas ocasiones más hueco que el decreto ley, y
el olvido de la persona como tal es práctica habitual. El que se mueve
no es que no salga en la foto, sino que se le echa, simplemente, con
tapujos, pero se le despide. El paripé recurre a la frase que se impone
como moda: Dimisión por decisión propia. Pamplinas.
La sociedad sólo importa a la hora de votar. Pero eso ya no nos vale.
Urge recuperar el protagonismo civil, no sólo ante las urnas, sino ante
el mismo Parlamento. La representatividad donde convergen todas las
protestas y todos los anhelos no debe quedarse en reuniones de vecinos,
en tertulias de taberna, en conversaciones de sobremesa, en exabruptos
nocturnos iluminados por la Luna, o en
las redes sociales donde las ideas se quedan atrapadas como en una tela
de araña esperando ser devoradas por el olvido. Las reformas sólo pueden
hacerse desde dentro, sí. Por eso hace falta una renovación balear en
todo ámbito, para rehabilitar no sólo a las minorías que han sido
relegadas, sino a nuestra propia conciencia.
viernes, 21 de septiembre de 2012
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