En cada página del libro de la vida que vamos escribiendo sin darnos cuenta, se van yendo para no volver nuestros latidos, y con ellos todos los ecos del amor que no llegarán jamás a oídos de quienes nos quieren. Las palabras que nunca escribiremos y las sílabas que nos hemos ido guardando se perderán entre sus pliegues, y cuando la mano del tiempo lo arranque de la librería del destino sólo encontrará hojas en blanco, o párrafos inconexos perdidos en recovecos de futilezas y paréntesis vacíos.
Los silencios que nos olvidamos de imprimir se tornarán entonces lamentos intuidos, gritos que no salieron de nuestras bocas. Los ríos de tinta que vayan a romper en el mar de la vida serán así únicamente rumores, murmullos que se alejan, igual que las olas cuando se pliegan tras llegar a la orilla.
Esta noche de nostalgia en que apenas mi mano puede arrastrar las frases, cierro el mío por un momento, y lo pongo junto al tuyo en un deseo vano y huidizo, el mismo que va soñando con esas brisas tristes que desvelan secretos todavía no escritos, y que pueden despertar todas las verdades que nuestros corazones conocen.
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Hace 2 semanas