sábado, 13 de octubre de 2012

EL PRESTAMISTA HIBERNADO

Volver a ver las figuras más lúgubres de antaño, que uno creía ya espectros del pasado sin capacidad para resucitar, reavivan las sensaciones más confusas y los recuerdos que parecían estar hasta ahora bajo control. Esta mañana me he reencontrado con un viejo prestamista, enfermo de leucemia, y a pesar de todo el tiempo transcurrido después de tantos años sin vernos, sus movimientos y ademanes me han parecido que han estado ahí hibernados sólo para mí, esperando descongelarse ante mi mirada, y desparramar así toda la parafernalia de la que siempre ha hecho gala. Su frialdad al tasar, sus ojos sanguinolentos, la forma de entregar el dinero a sus clientes, han conformado sin saberlo dos universos paralelos que han ido a converger en una imagen difusa, que certifica una época intemporal e imperecedera.
Sólo ha cambiado el escenario a causa de la crisis -ahora atiende de tapadillo en una joyería- así como su físico, que ha pasado de ser ejemplo de orondez escandalosa, a paradigma de sospechosa delgadez. Cosas de la reciente enfermedad que le acaban de descubrir. A la usura, por lo visto, la cercanía de la muerte le da alas, quizás para ponerle más fácil la huida llegado el caso.
Era una mañana de sábado y los pajarillos piaban tras los vidrios mientras él pesaba oro, y soñaba con engañar al destino.

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